PEQUEÑAS RACIONES DE LA ÚLTIMA CARTA
Habrás podido comprobar que mi vida no ha
estado tan vacía de sentimientos como siempre me empeñaba en aparentar. Yo
también he sido victima de las pasiones, los celos, el amor, etc.…
Sé que habrás sacado muchas conclusiones de
este viaje que te he dejado preparado. Aprovéchalas, aprende de mis
errores, y saca partido de mis aciertos.
Ese era uno de los objetivos, que mi experiencia te sirva para aprovechar tu
vida, para enfocar tus actos hacia un único objetivo, conseguir la felicidad.
La vida es muy corta, y no siempre tenemos
tiempo de retomar las ocasiones en las que hemos dejado escapar las buenas
oportunidades. Yo, en más de una ocasión he cerrado la puerta a la felicidad,
convencido de que volvería llamar al timbre, pero pocas veces insiste. Aprende
a valorar lo que tienes y lo que buscas, y nunca te sientes a esperar a que
lleguen esas oportunidades; sal tú a buscarlas.
No renuncies nunca a ese placer, cobra y paga
siempre con esa misma fortuna.
No sé si con estos recuerdos que te he dejado
habré recuperado tu cariño. Ahora ya no puedo solucionar mis errores, pero
quiero pedirte una última voluntad: no me recuerdes jamás con rencor. Nunca
albergues resentimiento en tu corazón, ni contra mí, ni contra nadie, el rencor
destruye a las personas. Olvídame, si no puedes llegar sentir cierto cariño por
mí, bórrame de tu memoria, pero no dejes que el odio se encone en tu alma.
No quiero darte más explicaciones, hijo mío.
Solo conseguiría inocularte un veneno mortal que se interpondría en tu camino
hacia la felicidad. Soy consciente de que todos tenemos derecho a conocer la
realidad, pero yo también tengo mi derecho a preservarte del dolor que te
causaría conocer esa verdad.
Mientras vivas, quiere a quienes te quieran,
y procura no hacerles nunca daño voluntariamente, pues con el dolor de tus
seres cercanos, tú también sufrirás.
Quién sabe querer, sabe perdonar, pues todos
nos equivocamos. Apártate del camino de quien odia, nunca le pagues con su
misma moneda. Sigue tu ruta sólo por aquellos parajes donde haya luz. Jamás
permitas que la oscuridad te acompañe, Dios no nos dio los ojos para
mantenerlos cerrados. Lo mejor que podemos hacer con nuestros brazos es
abrazar, con nuestra boca besar, y con nuestro corazón querer. A mi me ha
costado toda mi vida aprenderlo, y solo ahora, al final de ella, soy capaz de
trasmitirte estos pensamientos.
¡Hijo mío! ¡Busca
la felicidad!
Te quiere.
Tu padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario